Los niños llorones


Bruno Amadio, fue un pintor mediocre  y al que le ha sobrevivido una leyenda negra y oscura. Su colección “Los niños llorones”, cuentan que cae una maldición sobre ella, sus cuadros son una puerta para pactar con el diablo y que horribles desdichas recaen en todos aquellos que se atreven a colgar uno de esos óleos en las paredes de su hogar.



Lo poco llamativo del personaje (a pesar de lo famosos que se hicieron sus cuadros) hacen que los datos que se conocen sobre su vida sean más que confusos. Nació a principios del siglo XX en Venecia, una persona muy identificada con sus conceptos mentales, fue fascista y conservador y, cómo no, un fiel seguidor de Mussolini. Se habla que participó en la II Guerra mundial e inmerso en esa barbarie fue donde comenzó a pintar los cuadros malditos, la serie a la que llamó “Los niños llorones”.

En dichos cuadros, pretendía mostrar el horror de la guerra en las lágrimas de esos niños desdichados y huérfanos, símbolo más que gráfico de las desgracias que dejaba el conflicto bélico allí por donde pasaba.

Al finalizar la guerra, Amadio se traslada a vivir a España; primero a Sevilla, donde pasa varios años de su vida y más tarde a Madrid, ahí mismo es dónde comenzaría a utilizar el seudónimo "Giovanni Bragolin" para firmar sus cuadros, los conocidos retratos de Los Niños Llorones, que muestran imágenes de niños y niñas en primer plano en cara y busto, los cuáles muestran un gesto triste con grandes y visibles lágrimas escurriéndoles por la cara. Éstos cuadros fueron posteriormente reproducidos en láminas de papel y tablé, teniendo una amplia comercialización en numerosos países del mundo, sobre todo durante la década de 1970 y 1980.


Bruno Amadio regresó a Italia en la década de 1970 y se instaló en una villa de la ciudad de Padua. Hay quien afirmó que durante algún tiempo pintó cuadros para turistas en ésta ciudad y también en Florencia. En 1979 continuaba pintando, según testimonios. Bruno Amadio falleció en Padua en 1981. 

Bruno Amadio pintó un total de 27 cuadros en esta serie y que todos los niños vivían en orfanatos o casas de beneficiencia.

Cuenta la leyenda, harto de ser un pintor sin fortuna, pactó con el diablo para alcanzar la fama y el 
reconocimiento. (No se sabe a qué precio). Pero la realidad es que, de la noche a la mañana, sus cuadros se hicieron muy populares y a mediados de siglo eran unas pinturas valoradas y de las que se hacían cientos de reproducciones todos los años. Seguramente recuerdes haberlas visto en alguna casa, estos niños tan populares a más de una de nuestras abuelas seguro que le encantó tener una de estas copias en el salón. 

Por lo que se sabe, en algún lugar donde estaba una de estas pinturas debió de ocurrir un incendio en el que lo único que se salvó fue el cuadro del niño llorón y aquí fue donde se desencadenó la leyenda que conocemos hoy en día. Las casas donde se cuelga uno de estos originales arden en llamas y son fuente de misteriosos poltergueist y fenómenos extraños.

Se cuenta que el primer cuadro que pintó Bruno, se quedó en el mismo orfanato de dónde era el niño retratado y que dicho orfanato ardió hasta los cimientos a los pocos días, todos murieron abrasados, incluso el propio niño que fue pintado por Amadio en el cuadro que, misteriosamente, fue el único objeto que no fue pasto de las llamas. De esto modo, el espíritu del niño quedó atrapado de algún modo en el lienzo que arrastraría la terrible maldición por el resto de los días. Personalmente, ésta versión que ronda por la red me parece una invención folklórica, pues ya se sabe lo que pasa con este tipo de leyendas en las que los dimes y diretes las van redondeando para rodearlas del entorno más macabro posible.

Dicen, que en determinadas fechas, si uno se ponía delante del niño llorón podía pactar con el diablo, y éste te podía mirar directamente a los ojos a través de los enrojecidas y llorosa mirada del niño.

Hoy en día todavía quedan muchos de sus cuadros en circulación, y todavía son muchos los que aseguran que en sus hogares suceden hechos extraños. ¿Leyenda urbana? ¿Cuentos de viejas? Para comprobarlo tan solo hay que comprar uno de estos cuadros y colgarlo durante una temporada sobre la cabecera de sus camas. Eso sí… tengan un extintor bajo la almohada.

En fin, al final de los años setenta la leyenda se extendió como la pólvora y los testimonios sobre la mala suerte de todos aquellos que poseían uno de los cuadros de la colección se multiplicaban por momentos. Nadie quería tener uno de estos cuadros en su casa y las copias dejaron de realizarse por falta de pedidos, “por si acaso”, todos fueron descolgando sus cuadros y arrinconándolos en los desvanes si no deshaciéndose de ellos lo más rápido posible.



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