La Caída de Ícaro


Paisaje con la caída de Icaro - Pieter Brueghel "El Viejo" - 1554 Museos reales de Bellas Artes de Bélgica, Bruselas

En esta pintura se ve, como un detalle lejano, la pierna de Ícaro que se hunde en las aguas, mientras el entorno permanece indiferente a su drama.
Hay un proverbio flamenco que dice «Ningún arado se detiene porque un hombre muera». La pintura, como un poema de Auden inspirado en esa obra también lo sugiere, denuncia la indiferencia de la humanidad al sufrimiento de un drama individual, ajena al dolor del otro. Resaltando que los hombres siguen con sus quehaceres a pesar de la muerte de la figura del infortunado joven.




La caída de Ícaro - Jacob Peter Gowy - 1636 - Museo del Prado (no expuesto en la actualidad)

Icaro tuvo por padre a Dédalo, quien no era un dios sino un personaje legendario, famoso por su sabiduría en todas las ramas de la ciencia y el Arte. La mayor parte de su vida transcurrió en la isla de Creta, en la corte del rey Minos. A Dédalo se le atribuía la construcción del famoso laberinto y habiendo mediado como protector de los amores de la reina Pasifae que dieron como resultado el nacimiento del Minotauro, el rey le castigó encerrándole en el mismo Laberinto por él creado, en compañía de su hijo. Para huir Dédalo construyó una alas ligeras hechas de plumas, hilos y cera.
Y emprendieron el vuelo, pero pese a los consejos de su padre, Icaro voló tan alto que los rayos del sol fundieron la cera que sujetaba las alas a su espalda, cayendo al mar, mientras Dédalo lograba seguir volando y podo recoger el cadáver de su hijo al que dio sepultura.
Esta pintura está muy influenciada por Rubens el cual hizo los bocetos en que se basó Gowy.




El lamento de Icaro - Herbert James Draper - 1898 -Tate Collection (England)


Las ninfas marinas rodean el cuerpo sin vida de Ícaro. Su padre Dédalo construyó unas alas de cera para que pudieran escapar de la isla de Creta, pero cegado por su orgullo Ícaro voló demasiado alto, demasiado cerca del Sol. Sus alas de cera se derritieron y su cuerpo quedó a merced de los cielos, precipitado a una muerte segura. Pese a todo esto Draper nos presenta la escena con cierta libertad, idealizada, y buscando cierto dramatismo y efectismo en el espectador. Las alas de Ícaro aun están sujetas a su cuerpo, y parece que haya muerto por alguna otra razón. Las ninfas representadas como un eco de perfección física portan dos símbolos asociados a la fugacidad: la lira y la corona. Acentuada por el brillo momentáneo que produce la luz del sol escogida para alumbrar este momento. Era común entre los artistas victorianos de la última época usar el cuerpo humano para proyectar las emociones subjetivas del artista. La fragilidad del cuerpo de Ícaro nos remite a esa idea tan reiterada de la mortalidad.





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