Jeanne D´arc

El 30 de mayo de 1431, Jeanne d' Arc es quemada viva en Ruán, después de un proceso inicuo. Es víctima de los ingleses que la sentenciaron a muerte por herejía (y accesoriamente de brujería) para dejar así en mal posición al rey Charles VII que había servido diligentemente.
Su proceso, el cual conservó y publicó, demuestra que Juana tenía una personalidad de excepción, con un espíritu acerado y una conciencia pura.

La Virgen juzgada por la Iglesia:
Capturada en Compiègne, el 23 de mayo de 1430, Jeanne d' Arc es vendida por los borgoñones a los ingleses, los cuales tienen sólo una prisa: hacerla condenar por un tribunal eclesiástico con el fin de desacreditar al rey Charles VII y devolver el espíritu a sus tropas. Éstas, en verdad, no se mostraron casi ofensivas desde el sitio de Orléans.
Es encerrada en el castillo del Pardillo, la fortaleza de la ciudad, que acoge ordinariamente presos hombres. Para la ocasión, una torre es reservada donde Juana es encerrada. Está vigilada bajo la guardia del gobernador de la ciudad, Richard de Beauchamp, el conde de Warwick. 
No menos de cuatro o cinco groseros guardias velan sobre ella noche y el día. ¿Pudieron intentar violarla? La cosa es poco probable porque los guardias, supersticiosos, les repelía la idea de tocar a una presunta bruja. 

El proceso se abre el 9 de febrero de 1431 con dos jueces y unas decenas de asesores. Es suspendido frecuentemente y repetidas veces.
La curia eclesiástica supone difícilmente que Dios haya podido dirigirse por encima de sus cabezas a una hija del pueblo. Ellos hacen caso omiso a los testimonios de los habitantes que son tan favorables a la acusada, por lo que deciden destruir su informe. Acusan de hereje a Juana por haber vestido ropa de hombre, en contradicción con un precepto del Deuteronomio, de haber tratado de suicidarse en Beaurevoir (se trataba de hecho de una tentativa de evasión) y por supuesto de haber tenido visiones falsas.

El 24 de mayo de 1431 por la tarde, Jeanne es arrastrada en el cementerio de la iglesia de Saint-Ouen donde ha sido preparada una hoguera. El verdugo está listo para la obra. Es amenazada con ser torturada y le muestran los instrumentos. Luego el obispo Cauchon lee el acta de acusación por el cual la entrega al brazo secular con el fin de que sea quemada (la Iglesia se prohíbe a ella misma proceder a una ejecución). También la da a conocer que si se retrae y renuncia a su ropa de hombre, será confiada a la Iglesia y escapará de la muerte.
Juana, agotada, firma un documento por el cual acepta someterse a la Iglesia y recuperar su ropa de mujer. La sentencia de muerte es conmutada por un encarcelamiento por vida.

Jeanne d' Arc vuelve a su celda con gran descontento de los ingleses que habrían querido una ejecución rápida. Los soldados hasta amenazan a los jueces y al obispo con tomarse la justicia por su mano... Pero unos días más tarde, habiendo sido robados sus vestidos, Juana desnuda, teniendo razones para temer por su virtud, recupera la ropa de hombre, lo que le vale de ser esta vez condenada a la hoguera como relapse (se dice de alguien que recayera sobre la herejía).

Vestida de una túnica de soufrée destinada a hacerla arder más rápidamente y peinada con una mitra sobre la cual son escritas palabras infamantes, la muchacha es conducida sobre el lugar de su suplicio. Detalle sórdido: la hoguera es demasiado elevada, y el verdugo se encuentra con la imposibilidad de estrangular a su víctima antes de que las llamas la alcancen, lo que vale a Juana perecer quemada viva entre grandes sufrimientos.
El obispo Cauchon se acerca a las llamas y escucha decir: «¡Obispo, muero por usted!». Y en un último desafío, ella murmura: «¡Que haya hecho bien, que haya hecho mal, mi Rey no está allí para nada!... »Uno de los jueces, lleno de remordimiento, confiará: «¡Querría que mi alma fuera donde creo que es el alma de esta chica!»
Después del suplicio, el verdugo se ve obligado a echar las cenizas en el Sena con el fin de evitar que se hagan objeto de fervor.

A pesar de este fin trágico, que aparece al instante como un fracaso, la determinación de Jeanne d' Arc, - sostenida por la confianza adquirida por sus experiencias místicas - , cambió el curso de la Historia. Su espíritu combativo y su ardor salvaron la dinastía de los Valois.... y una pregunta me ronda ¿Había que ver en ella a una santa católica?...pero eso ya es otra historia.






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