El gesto primordial

Leyendo el “Tratado de la Historia de las Religiones” de Mircea Eliade reflexiono respecto a las dificultades que el hombre actual tiene para contactar con lo sagrado, admitir la sacralidad de la vida fisiológica misma, tales como la alimentación o como la sexualidad para que ocupen un espacio sagrado. 
Leo que una de las diferencias que separa a nuestros antepasados del hombre moderno estriba en la incapacidad que tiene para sentir la vida ordinaria, orgánica como un sacramento, como una hierofanía (acto de manifestación de lo sagrado). Lo que para el hombre actual es pura función fisiológica que nos vuelve similares a las bestias es para el humano ancestral un sacramento, una ceremonia por medio de la cual comulga con la vibración que genera la fuerza de la vida representada como manifestaciones de la realidad última, esto permite al hombre ancestral algo que a nosotros nos suele estar vedado, la aproximación a esta realidad, el acercamiento a lo que es y da sentido a la vida y la liberación de automatismos embutidos por sistemas tradicionales ajenos y de las rutinas destructoras que se viven en la inmediatez repetitiva de lo exclusivamente profano.
Explica Eliade que el rito en los gestos de los humanos, incluso los más triviales e insignificantes se asocia con el gesto primordial realizado en tiempos lejanos por un dios o maestro. Dando a la repetición el carácter de rito llena de sentido el acto saliendo de la esfera de lo profano para vincularse con el ámbito intemporal. En el caso del rito sexual adquiere una dignidad que resulta muy atractiva. Esa dignidad ubica a la unión corporal en un entorno encantado en el que los actos se transfiguran para un mayor goce del hombre.
Al transformar los actos fisiológicos en ceremonias, el humano ancestral se esfuerza en traspasar, en proyectarse más allá del tiempo, en insertarse en lo real, en lo sagrado, en lo que tiene valor espiritual.
Por el contrario el hombre actual, moderno materialista, se pierde en lo insignificante, en el placer pasajero, en la posesión egoísta, en la superficialidad y se sumerge inconscientemente en la nada. El humano ancestral se defiende de la rutina, el humano actual, amante de los anticonceptivos se suicida en automatismos sin sentido, esclavizado en su trabajo programado a la eficacia de la nada, minusvalorando el exceso de fantasías del hombre ancestral, se cree libre de supersticiones de las creencias de sus antepasados. Pero los hombres de hoy no se dan cuenta, esclavos de esta sociedad racionalista y automatizada, que se pierden con mucha frecuencia en las irrealidades y fantasmagorías de una apariencia de libertad que no es sino una servidumbre al sistema injusto que les somete.

Comentarios