El sueño de la razón produce monstruos


Francisco de Goya y Lucientes nacido en 1746 en un pequeño pueblo de la zona más árida de la provincia de Zaragoza, se muestra alguien de excepcional sensibilidad a pesar de sus modos oscos, varoniles. Es un pintor que toma del oficio de sus mayores los conocimientos técnicos de la pintura de su tiempo, pero  rompe con todos los paradigmas, con la forma que le han enseñado aceptada por sus contemporáneos. Goya tiene problemas con sus coetáneos, no le permiten hacer el cambio de sus formas, de su nuevo espíritu, pero el fiel a sus principios no se pliega, no acepta, su espíritu es rompedor y quizá donde mejor lo podemos ver es en sus grabados. Goya crea un mundo nuevo, es el primer artista realmente moderno, es un gigante, un hombre extraordinario condenado a transitar por lo ordinario, por los movimientos pictóricos aceptados, por el retratismo que también hará y que es muy conocido por ellos (las majas por ejemplo). Hasta que llegará un momento en su vida que se libera y empieza a crear grabados y pinturas murales de lo más misteriosas: modos de volar y hombres volando con luminarias en la cabeza, criaturas nocturnas extrañas que surgen de las tumbas y cosas que nunca antes se habían pintado, (ni en la forma ni en el estilo, ni en el tema a tratar), lo más increíble es que él crea ese mundo para si mismo, para vivir rodeado de un mundo sobrecogedor “las pinturas negras”, su expresividad no se parece a nada anterior. Hay que imaginarse a Goya en la quinta del sordo pintando en la noche con un gorro que lleva velas incorporadas y pintando para si mismo en su domicilio y no por encargo,  va a crear un mundo terrible, tremendo, un mundo que te deja helado, sobrecogido, admirado.

Corría el año 1819 cuando el pintor Francisco de Goya compró esta casa, situada en el Camino Antiguo de Extremadura (hoy, Paseo de Extremadura), para pasar allí los últimos años de su vida y su etapa de mayor creatividad expresiva, turbadora, reflejada en sus 14 Pinturas Negras, dibujadas en las paredes de la Quinta. Gracias a éstas y a su carácter huraño, se le tildó de endemoniado en los mentideros de la Corte.

Allí también se comentaba que sus dibujos eran el reflejo de personajes fantasmagóricos que rondaban la casa. Posteriormente, en el siglo XIX, renace la leyenda: los seres que Goya pintó en la Quinta del Sordo eran reales y sus fantasmas vuelven todas las noches a reencontrarse con sus retratos. 

Es difícil definir las pinturas, parecen pintadas casi con las manos a retazos de una forma violenta, pero su expresividad no se parece a nada anterior, las pinturas negras son algo que es muy difícil que nosotros podamos concebir lo que significó para su tiempo y el se las pintó para si mismo, es algo extraordinario una mente especial y un espíritu absolutamente artístico las pintó como necesidad y para vivir en ella, la forma en la que están hechas son magistrales, el dominio del lenguaje artístico le convierten en un superdotado y no se hará nada parecido hasta pasados doscientos años, lo volveremos a ver en el genial Picasso.

El Gran Cabrón - El Aquelarre: Las brujas que parece que incluso Goya conoció, aparecen envueltas en una masa negruzca sujetándose unas a otras como criaturas de las tinieblas, rostros desfigurados, pobres morales, algunos huyen despavoridos y en mitad de todo ello el gran Buco, el macho cabrío, que representa al demonio y tiene la boca abierta, estaría dirigiendo la palabra a la joven, que al parecer está siendo postulada a bruja. Una reunión de brujas en el momento de invocar a Satanás para presentarle a una neófita, la joven que aparece sentada en la zona derecha, en una silla y con las manos en los manguitos. Pero también podría mostrar una imagen de la mente del maestro, que bulle con sus fantasmas - las brujas y los monstruos variados - recibiendo, sin embargo, tranquilidad de su compañera sentimental con la que pasó los últimos años de su vida en la Quinta: doña Leocadia Zorrilla, representada por la joven de la derecha El resto de las figuras, además, mira al Cabrón, por lo que parecen prestar oídos a sus palabras, excepto la que aparece de espaldas en primer término, con mantilla de novicia, que mira a la joven. Goya elimina todos los elementos ambientales para recortar la masa de personajes sobre un fondo pardo. En esa masa no diferenciamos a los individuos que la componen, destacando sus gestos y sus horribles rostros. La violenta pincelada aplicada, a base de manchas de color, refuerza la sensación de terror que inspira la composición.

Se descubrió que debajo de la Quinta del Sordo había una cueva primitiva habitada y con restos del terciario donde posiblemente las brujas de Madrid se reunieron más de una vez y Goya las retrató como nadie.

Asmodea: La pintura es una gran alegoría teñida de simbolismo político, relacionado con la época de Goya, y por tanto, entiendo, con un mensaje crítico y a la vez educativo. Asmodea una bruja con extraños ropajes rojos eleva a un hombre del suelo y lo dirije hacia un tipo de reino imaginado por debajo la gente en la batalla en la guerra. Algunos hablan de la versión femenina de Asmodeo, el demonio bíblico derrotado por Tobías, tal vez relacionado con el genio persa de la ira Aesma Daeva, fue propuesta por los primeros críticos goyescos basándose en el aspecto de la bruja envuelta en la capa roja y en analogías temáticas con la célebre novela del XVII El diablo cojuelo, del escritor español Vélez de Guevara, que sin duda conocería el pintor. Como el don Cleofás del Diablo, el hombre es arrastrado por los aires por un ser maligno y señala inútilmente hacia la roca con el dedo. Observa la cara del hombre es la pura cara del terror, y uno se pregunta ¿Qué razón tiene el demonio para arrastrar al hombre? ¿Pretende enseñarle algo? ¿Hacia dónde lo conduce y por qué? ¿Quién es la víctima, un hombre cualquiera? ¿O no es una víctima sino un afortunado rescatado de la guerra?

En todo caso, es difícil establecer una relación convincente entre la escena del plano inferior y los dos personajes que vuelan por los aires y que captan la atención por su monumentalidad. Algunos estudiosos han hecho una lectura mitológica, identificando a los personajes con Atenea y Prometeo y a los soldados con los dioses enojados. Otros han reconocido en ellos las personificaciones de la Furia y la Guerra, que encarnan la irracionalidad del ser humano, dirigiéndose hacia la Paz. Pero en ningún caso se ha dado una interpretación que convenza a todos.




Saturno devorando a sus hijos, nos mira con un cuerpo avejentado y terrible. Dos ojos redondos devorando lo que parece un niño que no tiene cabeza ya y el brazo ensangrentado entra en su boca y nos lanza una mirada terrible desde el abismo, un espacio totalmente oscuro rodea la figura del dios, en la que destaca su deformidad y su rostro monstruoso, algunos entendidos nos dicen que esta pintura es el punto de partida para entender la intención iconográfica de la serie, en tanto que Saturno, dios de la melancolía, simbolizaría el estado de ánimo de Goya a que le habría abocado su ancianidad y la enfermedad, Goya anciano, atormentado por su visión desolada del mundo, sintió con dolorosa intensidad el absurdo paso del tiempo que le abocaba a la muerte Pocas pinturas como esta nos miran desde el otro lado del tiempo, donde “Saturno” intenta recuperar la juventud alimentándose de la de su hijo.



Duelo a garrotazos (la riña): La única pintura negra que tiene claridad y son nubarrones. Dos hombres peleándose a garrotazo limpio enterrados hasta la rodilla, no tienen escapatoria. Hay quien vió la situación política de España, según los expertos simboliza la lucha fraticida entre españoles que hundidos en el fango, luchan despiadada e irracionalmente para acabar el uno con el otro; el eterno bucle de las dos Españas enfrentadas, pero quizá Goya estaba radiografiando el inconsciente colectivo, la encerrona del alma humana, del odio y la maldad que él veía, la cercanía de la guerra. Pegándose golpes con unas varas terminadas en una especie de hongo de madera hasta matarse. Este duelo a garrotazos dicen era una costumbre cruel, que se practicaba en algunos lugares de España. Eran peleas cuerpo a cuerpo en las que se esgrimían porras, palos y garrotas. Tenían carácter ritual y se practicaba entre los jóvenes, normalmente, de pueblos próximos. La pelea no era superficial, sino que se aporreaban hasta que moría uno de los contendientes. Por la época, se prohibieron estas luchas fratricidas, pero, no obstante, se seguían practicando.


A finales del 2010, sin embargo, las investigaciones efectuadas, revelaron que Goya pintó a los duelistas sobre un suelo de hierba, no enterrados en el barro. Esto nos quiere indicar quizá que Goya no consideraba que este duelo fuera a muerte ya que los contendientes no estaban enterrados y que la visión romántica de su restaurador la versión elaborada primeros del siglo XX el duelo a garrotazos implica, tal y como habíamos aceptado, la representación de un duelo que necesariamente debe concluir con la muerte de uno de los contendientes. De modo que esto contribuyera a difundir una imagen poco civilizada de nuestro país que, por otro lado, resultaba ciertamente exótica para un coleccionismo europeo ávido de nuevas sensaciones.

La romería de San Isidro: Viene la turba y la turba tienen rostros terribles caras con ojos en blanco bocas abiertas, sombreros extrañísimos, algunos parecen sacerdotes de las tinieblas, se juntan rostros alucinantes con otros que van embozados y aparecen ancianas desfiguradas, como auténticas apariciones, como fantasmas, que es esta romería? A donde van? Les vemos gritar, ofrecer improperios, decir palabras malévolas. Los que se callan expresan su violencia, o su mezquindad con los ojos. Y todo esto lo tenemos que imaginar.


Las facciones desencajadas y grotescas de los personajes, que ponen rostro al concepto de esperpento acuñado por Valle-Inclán un siglo después, y que remarcan la trágica visión del último Goya sobre una España sin rumbo y arrebatada.

A dónde va el pueblo con estas funestas tradiciones si no a su perdición, el Goya ilustrado critica la permanencia de estas costumbres que no contribuyen al avance social, sino más bien perpetúan el inmovilismo de una sociedad que concentra los privilegios en manos de unos pocos.







El Perro semihundido: Que misterio tiene un perro en mitad de un montículo de arena, espacio extraño, los cielos amarillentos y hay una duna que parece que va a precipitarse sobre la cabeza del can, observo la mirada del perro abandonado, solo, un cuadro entero amarillo y el miedo del perro empequeñecido, apenas asomando entre la materia pictórica que parece asfixiarle y que también nos angustia a nosotros.


Hacia el año 1913 la Quinta fue demolida pero, aun así, años después surgieron rumores de que los fantasmas seguían rondando el lugar en busca de sus imágenes. Hoy estas pinturas se encuentran en el Museo del Prado

Hay más pinturas negras e incluso grabados en los que Goya nos muestra su lado más íntimo, más esotérico, más artísticamente autentico, tiempo habrá para desgranarlos. Mi intención es seguir con su investigación en el museo, reflexionando sobre Goya y su sueño de la razón que produce monstruos, quizá la razón sea monstruosa en si.

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