El paso de la laguna Estigia


En la mitología griega, cuando una persona moría, su alma era transportada hacia la orilla del río Estige, también conocido como Laguna Estigia, a manos del dios griego Hermes. Allí esperaba a Caronte, en cuya barca habría de atravesar la "frontera" que dividía el mundo de los vivos y el Hades.

La laguna Estigia era en la mitología clásica el espacio para el olvido entre vidas: las almas, al desencarnarse, debían atravesarla y al hacerlo perdían el recuerdo de cuanto habían sido y así enfrentaban su destino futuro. Se trata, pues, de una imagen de cierre y a la vez, de abertura a algo nuevo que enlaza con lo que se ha sido, y como espacio/tiempo de resolución, revisión, balance y entrega hay que entenderla: enfrentándonos a lo más oscuro y a la misma posibilidad de la luz brillando dentro suyo. En la laguna Estigia todo está ya decidido pues la vida ha pasado, pero todo es a su vez posible, pues en ella se destila su sentido y el camino del alma se reemprende en nuevo destino. El balance es definitivo, las experiencias últimas, lo que se aprende es irreversible y todo sucede sin más claridad que la de las tinieblas.

Sí, la laguna Estigia marca el límite, el umbral que una vez transpuesto ya no se vuelve, el viaje sin retorno, el final de nuestro derrotero sobre la tierra. Ubicada en un territorio impreciso, la laguna era la puerta de entrada al mundo de los muertos, al Hades, como lo llamaban los griegos. Según la mitología helénica Estige era una ninfa que ayudó a los dioses en su guerra contra los titanes y se le concedió la importancia de ser el puente entre este mundo y el otro. 

Pero no debemos olvidar que también sus aguas paradójicamente tenían el poder de volver invulnerable a cualquier hombre que se bañara en ellas. Aquiles, al nacer, fue sumergido por su madre y sólo le quedó el talón sin ser tocado por el agua. Años después el héroe morirá de un flechazo justamente en ese lugar desprotegido. Se decía también que sus aguas eran pestilentes y venenosas.

Según lo cuenta Virgilio en el libro VI de la “Eneida”. Las almas de los muertos no pasaban solas la laguna, sino que un barquero se encargaba de conducirlas hacia el Hades, ese barquero era Caronte. En general la literatura lo presenta como un viejo malhumorado e inflexible, que cobraba a las almas por el viaje (de allí la antigua costumbre de enterrar a los muertos con una moneda en la boca o en los párpados) y que rechazaba a algunas porque sus cuerpos permanecían insepultos o no tenían el óbolo. Caronte no permitía a los vivos acceder a su barca y sólo lo pudieron hacer Heracles, Orfeo y Eneas .

Dante en su Divina Comedia escribe una obra rigurosamente esotérica de un contenido altamente iniciático, en ella es capaz de acallar los argumentos intelectuales más ingeniosos de carácter materialista. Efectivamente este poema conjuga poesía, ciencia, filosofía, historia y teología. Para Dante constituye una guía para la sociedad de la época. La intención que le animó a escribir la Divina Comedia fue la de: “sacar a aquellos que viven en esta vida en estado de miseria, y llevarlos al estado de felicidad.”

La pintura de Patinir representa muy bien el paso por el quinto círculo infernal (canto VII) uno de los mejores cantos de la Comedia. Los poetas transitan por el quinto círculo, en donde yacen los iracundos. En su ruta, Dante y Virgilio deben de cruzar Estigia, la laguna del Infierno. Para realizar lo anterior, suben a bordo de la barca de Flegias, demonio guardián de este ámbito. En este lugar, se encierran los pecados de la violencia y engaño. Cuando transitan por esas aguas inmundas, surge de ellas el alma de Filippo Argenti, aparece como un alma enlodada, iracunda que se revuelve contra sí misma destrozándose con sus dientes. En vida el tal Filippo fue un encarnizado enemigo de Dante. Cuando Virgilio lo rechaza, los demás condenados por el pecado de la ira se arrojan sobre él. Luego, Dante y Virgilio arriban a Dite, la ciudad de los demonios. Estos últimos se oponen al paso de los poetas y le sugieren a Virgilio que abandone a su suerte a Dante.

Virgilio tranquiliza al poeta, y trata de persuadir a los demonios a que les permitan cruzar tras las murallas de Dite, sin embargo, ellos se niegan y deciden cerrar los portones. Virgilio, apesadumbrado, calma a Dante y le explica que pronto llegará un ángel del cielo para abrirles el paso.

Hasta un pantano va, llamado Estigia, 
este arroyuelo triste, cuando baja 
al pie de la maligna cuesta gris. 
Y yo, que por mirar estaba atento, 
gente enfangada vi en aquel pantano 
toda desnuda, con airado rostro. 
No sólo con las manos se pegaban, 
mas con los pies, el pecho y la cabeza, 
trozo a trozo arrancando con los dientes. 
Y el buen maestro: “Hijo, mira ahora 
las almas de esos que venció la cólera, 
y también quiero que por cierto tengas 
que bajo el agua hay gente que suspira, 
y al agua hacen hervir la superficie, 
como dice tu vista a donde mire. 
Desde el limo exclamaban: “Triste hicimos 
el aire dulce que del sol se alegra, 
llevando dentro acidioso humo: 
tristes estamos en el negro cieno.” 
Se atraviesa este himno en su gaznate, 
y enteras no les salen las palabras.
Así dimos la vuelta al sucio pozo, 
entre la escarpa seca y lo de enmedio; 
mirando a quien del fango se atraganta: 
y al fin llegamos al pie de una torre.

El Paso de la Laguna Estigia  Joachim Patinir 1.520-1.524 Museo del Prado

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