Las tentaciones de Antonio


Antonio se llamaba y como cualquier niño vivió con sus padres, aunque como cualquiera no conoció mucho sobre su familia ya que la educación recibida no la llegó a entender nunca, a pesar de no faltarle nunca nada material. Sus padres vivían acomodadamente y deseaban la mejor educación tradicional para su hijo, no le gustaba nada ir a la escuela porque los maestros no le enseñaban nada bueno, no le enseñaban la simpleza de la vida, del hogar, por eso Antonio mostraba el desinterés de un niño y la rebeldía hacia sus mayores, aunque nunca importunó a sus padres con caprichos, no encontraba placer en las cosas materiales, siempre se le veía satisfecho con lo que la vida le ponía delante y nunca pedía más. 

Pasaron los años y sus padres murieron, quedó solo con una hermana más joven que él y tomó el cuidado de la casa y de su hermana. A los pocos meses mientras caminaba reflexionando sobre su estado de evolución espiritual (Antonio siempre tuvo constancia de su verdadero origen) una voz resonó en su mente y le dijo: “Antonio si quieres conectar con tu verdadero Ser, deja todo lo que tienes, deja a todas las personas que te importan, ven, sígueme y tendrás el mayor tesoro que puedas imaginar. 

Así pues Antonio dejó la vida regalada y comenzando su iniciación afirmó la determinación de no volver jamás a la casa de sus padres ni de pensar en sus parientes y amigos, el viviría una vida ascética de soledad puesto que así había sido requerido por el Maestro.

Así vivía Antonio, se sometía con toda sinceridad a la realidad que le rodeaba, se esforzaba en aprender de todos, en particular de los hombres piadosos con los que se cruzaba, los admiraba mucho por la apacible quietud de unos, por la afabilidad de otros. La paciencia, la humildad, la investigación, la devoción por sí mismo eran los pilares sobre los que se sustentaba su nueva vida. 

Entonces una vez recopilada toda esta información, todas estas altas características de otros como él, dedicaba sus energías a realizar en sí mismo las virtudes aprendidas en otros. No tenía disputas con nadie y tampoco se sentía inferior a nadie y esto lo daba a entender de tal forma que nadie se sentía ofendido. Este trabajo interior le hacía sentirse digno de recibir Amor.
Pero no todo era alto y bueno en Antonio, dentro de su mente existía un parásito, su ego, este ente diabólico odia y envidia lo alto, lo elevado, estaba muy identificado con la materia muy condensada. Y empezó a recibir mensajes, tácticas de su mente contra el mismo. 

Primero le recordó que había perdido la propiedad de sus padres, su casa su hogar ya no existía, le recordó el dolor ocasionado a su hermana por abandonarla, los apegos a los amigos, el amor al dinero, el amor al reconocimiento de los demás y a todas las cosas materiales agradables de su vida. 

El ego vio sin embargo, que era impotente ante la determinación del espíritu, más bien era la mente la que estaba siendo derrotada por la firmeza de Antonio. Él puso entonces toda su confianza en la meditación, en como escuchó decir a algún maestro: en las armas que están en “los músculos del vientre”, refiriéndose a la respiración ventral meditativa. 

Ese “demonio” que llevaba dentro, esa vibración mental oscura, volvió a atacarle con una artimaña, el deseo carnal lujurioso, la cual le hostigaba sobre todo por la noche y podía verse a Antonio luchando contra el mismo, la mente molestaba, le sugería pensamientos sucios, pero él los disipaba centrándose en su meditación que le otorgaba el poder del ahora. 

Ese perverso diablo se atrevió a disfrazarse de mujer para engañar a Antonio, pero no pudo puesto que su reflexión sobre la nobleza del alma humana, sobre su espiritualidad, sobre el Amor verdadero, hizo que se apagase el carbón ardiente de la tentación. 

“A muchos he engañado y a muchos he vencido; pero ahora que te he atacado a ti y a tus esfuerzos como lo hice con tantos otros, me he demostrado demasiado débil." Estas eran las palabras del “pobre diablo” que resonaban en su cabeza. 

“Mi misión es acechar al hombre y seducirlo, me llaman el espíritu de la fornicación. ¡A cuantos no he engañado, que estaban decididos a cuidar de sus sentidos! ¡A cuántas personas no he seducido con mis lisonjas! “ 

“Yo soy aquel por cuya causa el profeta reprocha a los caídos: Ustedes fueron engañados por el espíritu de la fornicación .Sí, yo fui quien los hice caer. Yo soy el que tanto te molesté y que tan a menudo te vencí." 

Antonio dio gracias y armándose de valor contra él, dijo: Entonces eres enteramente despreciable; eres negro en tu alma y tan débil como un niño. En adelante ya no me causas ninguna preocupación, porque mi maestro está en mi y me auxilia.

Esta fue la primera victoria de Antonio sobre si mismo, pero Antonio no se descuidó ni se sintió confiado por el hecho de haberse vencido, tampoco el enemigo, aunque derrotado en el combate, dejó de estar al acecho de él. Andaba dando vueltas alrededor de su mente 

Antonio siguió practicando seriamente la vida meditativa, teniendo en cuenta que aunque no se podía seducir su corazón con el placer del cuerpo, trataría ciertamente de engañarlo por algún otro método. Resolvió por eso, acostumbrarse a un modo más austero de vida. 

El celo que había penetrado en su espíritu, se transformó por la costumbre en su naturaleza, de modo que aun la menor inspiración recibida de otros le hacía entusiasmarse. Comía una sola vez al día, después de la caída del sol, y con frecuencia tomaba su alimento cada dos días. Su alimentación consistía en pan y sal, como bebida tomaba solo agua, se contentaba con dormir sobre una estera, aunque lo hacía regularmente sobre el suelo desnudo. 

No se preocupaba del paso del tiempo sino que día a día, como si recién estuviera comenzando la vida ascética, hacía los mayores esfuerzos hacia la evolución del espíritu, olvidarse de lo que queda atrás y esforzarse por lo que está delante, era una reflexión muy habitual suya. 

Cierto día fuertes y desagradables dolores le embargaron, una serie de síntomas terribles hicieron presencia en su interior, tan intensos y desagradables que quedó tirado en el suelo, sin habla por el dolor. Más tarde Antonio llegó a afirmar que el dolor era tan fuerte que los golpes no podían haber sido infligidos por ningún hombre como para causar semejante tormento. Sentiá como se descarnaba, como una fuerza tiraba de él hacia abajo, se iba, se sentía morir.
Antonio tenía un amigo que a veces se encargaba de traerle alimento llegó al día siguiente trayéndole pan. Cuando abrió la puerta de la cueva y lo vio tirado en el suelo como muerto, lo levantó y lo llevó hasta la Iglesia y lo depositó sobre el suelo. Muchos de sus conocidos y de la gente del pueblo se sentaron en torno a Antonio como para velar su cadáver. Pero hacia la medianoche Antonio recobró el conocimiento y despertó. Cuando vio que todos estaban dormidos y sólo su amigo estaba despierto, le hizo señas para que se acercara y le pidió que lo levantara y lo llevara de nuevo a la cueva, sin despertar a nadie. 

Al entrar de nuevo en su habitáculo Antonio empezó a decir: “aquí estoy yo, Antonio y no me he acobardado con tus golpes y aunque más reciba nada me separará del Amor. 

Antonio, atormentado y punzado, sentía aumentar el dolor en su cuerpo; sin embargo yacía sin miedo y con su espíritu vigilante. Gemía es verdad, por el dolor que atormentaba su cuerpo, pero su espíritu era dueño de la situación, y, como para burlarse de los muchos síntomas dolorosos que padecía, decía: “si tuvieran poder sobre mí, hubiera bastado que viniera uno solo de ustedes; pero el Maestro les quitó su fuerza, y por eso están tratando de hacerme perder el juicio con tal número de padecimientos; es señal de su debilidad. 

Entendiendo el ego que nada tenía que hacer salió del subconsciente, el dolor de su cuerpo cesó. Antonio, habiendo notado que la ayuda había llegado, respiró más libremente y se sintió aliviado en sus dolores. Y se preguntó: "¿Dónde estabas? ¿Por qué no apareciste al comienzo para detener los síntomas?” A lo que obtuvo la siguiente respuesta: estaba aquí, pero esperaba verte en acción. Y ahora que haz aguantado sin rendirte, seré siempre tu ayuda y te haré famoso en todas partes. Entendiendo esto, tuvo una meditación sanadora, se levantó y fue tan fortalecido que sintió su cuerpo más vigoroso que antes.

 
Así pasó casi veinte años practicando solo la vida ascética, no saliendo nunca y siendo raramente visto por otros. Después de esto, como había muchos que ansiaban y aspiraban imitar su santa vida, y algunos de sus amigos vinieron y forzaron la puerta echándolas abajo, Antonio salió como de un santuario, como un iniciado en los sagrados misterios y lleno del Espíritu del Maestro. Fue la primera vez . Cuando lo vieron, estaban asombrados al comprobar que su cuerpo guardaba su antigua apariencia: no estaba ni obeso por falta de ejercicio ni macilento por sus ayunos y luchas con los demonios: era el mismo hombre que habían conocido antes de su retiro. 

Un día unas personas se acercaron a Antonio pidiendo consejo ya que por aquel tiempo Antonio era considerado un maestro espiritual, comenzó diciendo: “Toda la vida del hombre es muy breve comparada con el tiempo que ha de venir, de modo que todo nuestro tiempo es nada comparada con la vida eterna. En el mundo, todo se vende; y cada cosa se comercia según su valor por algo equivalente; pero la promesa de la vida eterna puede comprarse con muy poco. Es importante ser desapegados, si no dejamos estas cosas materiales por el amor a la virtud, después tendremos que abandonarlas de todos modos y a menudo también, a personas a las que no hubiéramos querido dejarlas. Entonces, ¿por qué no hacer de la necesidad virtud y entregarlas de modo que podamos vibrar alto y evolucionar espiritualmente en el mundo material? ¿No es esto un reino propio por añadidura? El reino de los cielos está dentro de nosotros y brota de nosotros." La virtud existe cuando el alma se mantiene en su estado natural. Es mantenida en su estado natural cuando vino al ser. Y vino al ser limpia y perfectamente íntegra. La tarea no es difícil: si quedamos como fuimos creados, estamos en estado de virtud, pero si entregamos nuestra mente a cosas bajas, somos considerados perversos. Si este trabajo tuviese que ser realizado desde fuera, sería en verdad difícil; pero dado que está dentro de nosotros, cuidémonos de pensamientos bajos, cuidémonos de la tiranía del ego. Luchemos, pues, para que la mente no sea nuestro dueña ni la ira nos esclavice. 

El alma no debería ser arrastrada hacia abajo por los placeres del cuerpo, sino que el cuerpo debe ser puesto bajo sujeción del alma. Esto nos dijo, es lo que el Maestro expresó: - No se preocupen por la vida, por lo que van a comer o beber, ni estén inquietos ansiosamente; la gente del mundo busca todas esas cosas. Pero el Maestro Interior sabe que necesitan todo esto. Busquen primero su Reino y todo esto se les dar dado por añadidura".

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