Pérdida de control


Imagina lo que sucedería si no tuvieses absolutamente ningún movimiento de control en tu interior, ningún deseo de control, ninguna idea que controlar (al nivel más obvio o más profundo de tu experiencia). Imagina qué implicaciones tendría una total ausencia de control en tu sistema. En último término, el deseo de control es nuestra falta de predisposición a despertarnos del todo. Es un movimiento muy profundo. Una auténtica mutación del núcleo de tu ser. No tiene que ser una revelación, ni un logro espiritual o una realización. Es una mutación fundamental respecto a nuestra forma de existir: vivir sin el deseo de controlar. Cuando llegues al centro del control, lo más probable es que te sientas morir. Casi todo el mundo se siente así porque, en cierto sentido, uno muere en vida. Cuando en la vida se deja de tener control, ni siquiera en el nivel más fundamental, muere. En esta vida hay que morir varias veces para después renacer. Y las crisis, aunque atemorizan, por la posible pérdida del control en la "calidad de vida" nos sirven para cancelar una época e inaugurar otra vida.

En la mayoría de los casos nuestra vida comenzó a girar en torno al control a la edad de un año, más o menos. Verás que hay niños de tan sólo dos años que intentan controlar a su madre, y ordenan y manipulan a mamá y a papá. Esta urgencia de control, esta especie de sensación biológica de que la supervivencia depende del control aparece a una edad muy temprana. Es una transformación fundamental. Por eso mismo, aunque tengamos una realización muy profunda de la verdad, en último término la auténtica libertad no llega necesariamente a través de una realización. Evidentemente, casi todo el mundo necesita pasar por una realización profunda de su verdadera naturaleza para poder entregarse de una forma natural y espontánea. Pero ésta sólo se completará a sí misma cuando esa persona deje de controlar ciega e impredeciblemente. En relación a este tema, la gente suele preguntarme: «Pero ¿cómo lo hago?». Y lo único que puedo decir es que el control está en la propia pregunta. El control intenta hacer de las suyas. La pregunta de «cómo» siempre se refiere al control. Tener un cómo tal vez nos resulte útil, pero al fin y al cabo no es más que control. No existe ningún cómo. Limítate a relajarte por completo.

Creo que es necesario haber pasado por muchas muertes antes de encontrar el camino de la felicidad. Las dificultades se nos revelan, pues, como etapas positivas de la vida, ya que son ellas las que nos permiten llegar a la felicidad. A menudo creemos que el conflicto y la frustración significan la pérdida de la felicidad. Pero esto sólo es cierto si se identifica la felicidad con la postura pueril de la vida manejada por el deseo de euforia creado por la satisfacción infinita del principio del placer.



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