Existimos para los demás



Llevar a buen puerto nuestro proyecto vital no es tarea fácil, hay que darse cuenta de que somos seres condicionados por nuestras resonancias de la mente (el juez más severo con nosotros mismos), nuestra relación con los demás o nuestras circunstancias de entorno y que se reflejan tanto en el cuerpo físico, mental y emocional constantemente. Estas resonancias son expresadas en forma de placeres e incomodidades, y llegado el extremo, de enviarnos mensajes a través de nuestro cuerpo en forma de malestar cuando no de enfermedad. La experiencia física es algo intrigante Con el cuerpo aparecen emociones enigmáticas que te remueven como la alegría, la tristeza, el miedo, la ira…y con estas y otras la incertidumbre, las necesidades, los apegos… Mientras y simultáneamente comienza a despertarse el gran dictador humano: el temible inmovilizador por excelencia: el ego, la máscara que nos ponemos, el ser que los demás creen que somos, el ser que creemos o debemos ser, ayudado de la memoria psicológica se alimenta de nuestra energía "cuerpo dolor".


He comprobado que mediante la observación de la mente, la meditación, el estar presente en el ahora ayuda a sanar, a hacer las paces con el pasado, con las relaciones y con uno mismo.

Pero hace poco leí a Albert Einstein decir "existimos para las demás personas" y he comprendido que hay otra serie de factores energéticos que nos mueven desde el instante en que nuestro objetivo primordial nos impulsa a la experiencia física.

Eintein decía: 

¡Que extraña la situación de nosotros los mortales!, cada uno está aquí por un tiempo muy breve, sin saber siquiera si hay un propósito o no a nuestra presencia, muchos creen adivinar la existencia de un propósito. Desde el punto de vista de la vida diaria, sin profundizar demasiado, existimos para los demás, en primer lugar para aquellos de cuyas sonrisas y bienestar depende nuestra felicidad y después para todas aquellas personas desconocidas para nosotros de manera personal pero con cuyos destinos estamos ligados por las ligas de la simpatía. Cien veces al día me recuerdo que mi vida interna y externa depende del trabajo de otras personas, vivas y muertas, y que debo hacer mi mejor esfuerzo para dar en la misma medida en la que he recibido y sigo recibiendo... /... Nunca me ha parecido a mi que la tranquilidad o la felicidad sean fines en sí mismos, esa es la base ética de actos de cerdos. Los ideales que me han guiado en mi camino en distintos momentos y que me han dado nueva fuerza para enfrentar las dificultades de la vida con alegría han sido la verdad, la bondad y la belleza, sin el sentido de relación con hombres y mujeres que piensan de la misma manera, sin la preocupación de entender al mundo objetivo. Sin experimentar lo eternamente alcanzable en el campo del arte y de la investigación científica la vida me parecería, a mí, vacía, los objetos ordinarios de la vida humana, la propiedad tangible, el éxito, siempre me han parecido a mi despreciables.


Vivirmos atrapados en los esquemas de la mente y no comprendemos el código de nuestra maravillosa naturaleza vibracional. No aceptamos fácilmente las leyes del universo. No aceptamos que el órden cósmico no se dará por vencido, que no cesará de entregarnos señales, que las amplificará hasta que en cierto momento llegue ensordecernos y que es capaz de dejar exhausto nuestro cuerpo intentando que escuchemos su mensaje. No comprendemos que si persistimos demasiado tiempo en ignorarlo enfermaremos. Y que si persistimos aún más seremos retirados prematuramente del tablero.





Comentarios