El carro de heno


"A la mitad del camino de nuestra vida me encontré en una selva oscura, por haberme apartado del camino recto. ¡Cuán penoso me sería decir lo salvaje, áspera y espesa que era esta selva, cuyo recuerdo renueva mi temor, temor tan triste quela muerte no lo es tanto! Pero antes de hablar del bien que allí encontré revelaré las demás cosas que he visto".


El carro de Heno parafrasea palabras del profeta Isaías: "...la carne no es más que hierba, y su gloria es como la flor de los campos”. "¡Ay de vosotros que arrastráis la culpa con las cuerdas de la vanidad, y el pecado como coyundas de la carreta...! ¡Ay de vosotros que decís malo a lo bueno y bueno a lo malo...! (Señores Políticos y Banqueros) ¡Ay de vosotros que a vuestros ojos sois sabios y prudentes a vuestro juicio!.

A la izquierda del simbólico carro, un mendigo tendido en el suelo reposa sobre el regazo de una monja con un niño en sus brazos. Detrás de ella el profeta Isaías predica la vanidad de las disputas humanas. Con el brazo extendido: "Y el señor me dijo: toma una gran hoja y escribe en ella con estilo común: “rápido saquea, deprisa despoja” (Maher-salal-hash-baz). Porque antes que el niño sepa decir padre y madre, será quitada la potencia de Damasco". El hijo de la monja "deprisa despoja", es hijo de un mendigo que se está a sus anchas, indiferente al mal que azota al mundo. Los mendigos tienen un privilegio: pueden dormir aun en el tumulto. Triste el gesto del Redentor que no puede salvar a los malévolos. En la parte baja, y no lejos del Carro , se pueden ver personas de gesto sereno, cuidadosos con los niños y al lado el crimen, y con el crimen, la muerte. Y los muertos también matan.
“Toda carne es como el heno y todo esplendor como la flor de los campos, el heno se seca, la flor se cae”, una alegoría de lo efímero de los bienes y placeres materiales y de lo pasajero de todo lo de este mundo, a la felicidad terrenal y material, representada por el carro, quieren subirse todas las clases sociales, reyes y obispos, pueblo llano, la chusma se pelea y se empuja por conseguirlo desesperadamente mientras príncipes y prelados cabalgan mansamente porque ya tienen la riqueza (el heno) conseguida, representan el pecado del orgullo. A los pies del carro vemos otros pecados capitales, así puedes contemplar el mendigo farsante (con un niño), es la avaricia que conduce al engaño y al fraude. El médico embaucador (con diagramas y frascos en una mesa para impresionar a sus víctimas) tiene la bolsa llena de heno al tener ganancias conseguidas ilícitamente. A la derecha varias monjas introducen heno en un saco (atesoran riquezas) y las está vigilando un monje con una abultada panza, símbolo de la gula. Varias escenas de violencia se desarrollan en torno al carro. El Bosco denuncia con estas escenas el egoísmo, la codicia y la ambición que anidan en el ser humano sea cual sea su condición social y económica.
Indiferentes a la batalla que se desarrolla debajo, en la parte alta del carro una pareja se besa ante tres personajes dedicados a la música y en presencia de una lechuza, símbolo de la sabiduría y un ángel que mira la figura de Cristo, es como si nos quisiera decir que existen unas personas en esta tierra que están más altos, debido a su especial sensibilidad toman conciencia de si mismos y su creatividad es mostrada en diferentes formas de comunicación, como vemos, unos a través de la música, otros a través del amor, se les ve felices, centrados y conectados con la Verdad, incluso son tentados por ese diablo azul, al que no prestan atención, ellos saben su lugar en el mundo. Detrás del arbusto se ve la figura de una persona que lleva un cántaro observando la escena, ha conseguido subir a lo alto, ahora quiere conocer, pero aún es desconfiado. El cántaro vacío representa la sed de verdad de estos humanos buscadores.
Según se penetra en ese universo abigarrado y lleno de matices, se va descubriendo un orden perfectamente tramado que indica que el Bosco conocía ciertas claves tradicionales extraídas del hermetismo alquímico. Siguiendo una costumbre adoptada por los adeptos alquimistas el Bosco no expresaba claramente la profundidad de ese mensaje, sino que lo revestía de cuantos velos fueran necesarios para que su contenido pasara inadvertido a los profanos, y sólo pudiera ser captado por los iniciados. De ahí que sus obras parezcan ambivalentes, pero en cualquier caso muestran que el maestro holandés conocía perfectamente la simbología alquímica y los iniciados siempre entendieron el mensaje: “El mal del alma es la ignorancia. Todo está en la unidad' ", el cuerpo, la materia, es el receptáculo simbólico por medio del cual el alma y la inteligencia universal se manifiestan, y por lo tanto, el conocimiento y la verdadera naturaleza de las cosas se nos revelan cuando estamos en contacto con nuestra verdadera esencia, nuestro origen y destino.

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