La paciencia

Todos tenemos la capacidad de saber esperar, aún cuando se desea con intensidad el objetivo que queremos alcanzar. A menudo, cuando no alcanzamos las metas que nos proponemos durante un tiempo que se nos hace largo, ese deseo se transforma en impaciencia, que para nada es bienvenida en nuestro desarrollo personal.

Cuando nos impacientamos por ver materializados nuestros deseos, tan solo estamos creando un estado de ansiedad que lo que hace es ralentizar aún más esa llegada, ya que la impaciencia va acompañada de estrés, nervios y dudas. Las típicas preguntas que nos hacemos son: ¿estaré haciendo lo correcto para conseguirlo?, ¿no será que está fuera de mi alcance?, ¿por qué no sucede, si estoy luchando con todas mis fuerzas para conseguirlo?

Una persona impaciente se puede convertir en una persona insegura, y una persona insegura jamás alcanzará su meta, ya que se verá afectada por todos los pensamientos negativos generados en su cabeza. Cuando deseamos algo y comenzamos a movernos para conseguirlo, hay que adquirir primero unos conocimientos que requieren un tiempo prudencial. Por ejemplo, si tu deseo es encontrar una buena pareja con la que compartir felicidad, primero debes estar preparado, quizás primero debas aprender a amarte a ti mismo antes de darle tu amor a otra persona, incluso puede que aparezcan otras personas antes de esa pareja ideal. Lo más importante es creer que la vida te llevará hasta tu objetivo por el camino correcto, por lo que, tardando más o menos, llegarás hasta él. Probablemente necesitarás realizar reajustes en tu plan inicial a medida que los obstáculos y dificultades se vayan presentando.

La paciencia es una virtud bien distinta de la mera pasividad ante el sufrimiento; no es un no reaccionar, ni un simple aguantarse: es parte de la virtud de la fortaleza, y lleva a aceptar con serenidad el dolor y las pruebas de la vida, grandes o pequeñas. Identificamos entonces nuestra voluntad con la de esa “chispa” divina de la que procedemos, y eso nos permite mantener la fidelidad en medio de las persecuciones y pruebas, y es el fundamento de la grandeza de animo y de la alegría de quien está seguro de hacer lo que le dicta su propia conciencia.


La persona paciente tiende a desarrollar una sensibilidad que le va a permitir identificar los problemas, contrariedades, alegrías, triunfos y fracasos del día a día y, por medio de ella, afrontar la vida de una manera optimista, tranquila y siempre en busca de armonía.

Es necesario tener paciencia con todo el mundo, pero, en primer lugar, con uno mismo.


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