Identificación vs meditación


La vida real no es algo que le preocupe para nada al hombre “normal”. Su vida consciente está completamente perdida en abstracciones intelectuales, en fantasías sensuales, en lugares comunes de orden político, social y económico. Todo lo potencialmente valioso y vital está relegado en la mente inconsciente. La tragedia del hombre moderno es que su creatividad, su espiritualidad y su independencia contemplativa están sofocadas por un super ego que se ha vendido a la tecnología. 

El problema de base es que el yo con el que nos identificamos no tiene vida y es una construcción inestable y cambiante. No tiene vida, porque solo es mente racional, y necesita extraer la vida de fuera y estar enchufado al exterior permanentemente en forma de espectador o protagonista no puede estar quieto y en silencio, pues caería en la abulia y la tristeza. Es inestable y débil porque nuestro falso yo es un entramado de ideas, creencias, imágenes, etc., sin unidad ni solidez. Y eso nos hace sentirnos débiles o ansiosos. 

Pensamos que somos nuestros pensamientos y cuando alguien los pone en tela de juicio sentimos que se nos cuestiona a nosotros mismos. Esos mismos pensamientos nos separan de los demás, cuando no coinciden con los nuestros. Además, estamos necesitados de compararnos y competir con los demás, de recibir halagos y premios y planificar el futuro para salir del presente. 

Nuestra identificación con el falso yo nos impide ser humildes por lo que perdemos la paz del corazón y gastamos una gran cantidad de energía defendiendo al ser imaginario e importante que creemos ser. 

El ego, siempre mal alimentado, necesita para sobrevivir nutrirse del recuerdo del pasado o de la ansiedad por el futuro, lo que nos impide vivir totalmente el momento presente. Nos aferramos a nuestro pasado, bien idealizándolo bien rechazándolo, nos preocupamos con lo que todavía no ha ocurrido o quizá nunca ocurra. 

“Este real ser interior tiene que ser sacado como una joya del fondo del mar, salvado de la confusión de la indistinción, de la inmersión en lo común, lo trivial, lo sórdido, lo evanescente. El ser íntimo creador y misterioso tiene que ser librado del ego pródigo, hedonista y destructor que solo busca cubrirse con disfraces”. 

Un medio de acercarnos a nuestro yo interior, es simplemente estar sentado en silencio y a solas, con una respiración tranquila, viviendo el momento presente desde nuestro interior, sin pensamientos. Es una de las diferentes formas de meditar. Es importante que no busquemos nada, ningún efecto maravilloso o místico, que simplemente nos abramos a nuestro interior. 

Es muy importante mantener siempre la espalda derecha, Es fundamental respirar abdominalmente. Al principio nos podemos concentrar en la respiración: el aire entra, el aire sale, sin forzarla. Nos desenganchamos de todo lo que nos ata y preocupa. Es una delicia el poder soltar las ataduras, abandonar las tensiones. Nos concentramos en respirar abdominalmente de forma relajada. 

La respiración abdominal es fundamental para la meditación, la contemplación o incluso para los momentos de interioridad durante el día. Debemos respirar con el abdomen de forma relajada: dilatando el abdomen al inspirar y comprimiéndolo al expirar. 

El énfasis se pone en la expiración no en la inspiración. Para aprenderlo lo podemos hacer sentados con la espalda derecha, poniendo una mano en el pecho y la otra en el abdomen para comprobar que solo movemos el abdomen. 

Al practicar la respiración consciente nuestra actividad intelectual disminuye y descansamos. Consiste en tomar consciencia de nuestra respiración en un momento dado, y así abrirnos al ahora. Para ello decimos interiormente: “inspiro, expiro”. O también podemos recitar internamente: “Cuando inspiro tranquilizo mi cuerpo, cuando expiro sonrío, vivo el momento presente sabiendo que es un momento bello”. A continuación nos abrimos a la presencia del Maestro Interior en ese momento que vivimos.



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