Bloqueos


Cuando la vivencia de la separación, el abandono, el vacío interior y el miedo a  la muerte nos impulsa a buscar en el mundo exterior lo que sólo podemos encontrar en lo  más intimo de nuestro ser, nos volvemos dependientes del amor y el reconocimiento de otras  personas, de los placeres sensoriales, del éxito y de la posesión material. En lugar de  enriquecer nuestra vida, estas cosas se convierten en necesidades perentorias con las que  intentamos rellenar el vacío. Si las perdemos, nos encontramos súbitamente ante la nada, y  el ligero sentimiento de angustia que acompaña a casi todas las personas se nos presenta  otra vez como real. 

Y, naturalmente, son los demás quienes cogen de nosotros lo que de  forma tan evidente necesitamos para nuestra realización y satisfacción. Olvidamos que todos nosotros tenemos nuestro origen común en la existencia divina y que estamos mutuamente  unidos en este plano. En lugar de amar a nuestros congéneres, comenzamos a considerarlos  competidores o incluso enemigos. Finalmente, pensamos que tenemos que protegernos, sin  dejar que determinadas personas, situaciones o informaciones se nos acerquen o se introduzcan en nosotros. Retraemos nuestras antenas receptoras para no tener que afrontar  desafíos, y con ello provocamos una nueva contracción y el bloqueo de nuestros chakras.  Sin embargo, la necesidad de reconocimiento por parte de nuestros congéneres o por un  grupo al que nos sentimos pertenecer es tan intensa que estamos dispuestos a orientar  nuestra vida en amplios ámbitos según las ideas de determinadas personas cercanas a  nosotros o según las reglas sociales generalmente aceptadas, y a reprimir nuestros  sentimientos espontáneos tan pronto como dejen de concordar con las expectativas o  convenciones.


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