La vida no es tan seria



La vida no es tan seria como la mente pretende hacérmelo creer. 

No quiero perderme en las cosas, puesto que en las cosas no me hallo, no me identifico ni con el tamaño de mi pene. Tratamos de hallarnos en las cosas pero nunca lo logramos del todo y terminamos perdiéndonos en ellas, ese es el destino del ego. 

Lo que sostiene a la llamada sociedad de consumo es el hecho mismo de que el intento por reconocernos en las cosas no funciona: la satisfacción del ego dura poco y entonces continuamos con la búsqueda y seguimos comprando y consumiendo. Se puede valorar y cuidar las cosas pero si se siente apego es porque es cosa del ego. Y realmente no nos apegamos nunca a las cosas sino al pensamiento que incluye las nociones de “yo”, “mi” o “mío”. Algunas veces desprenderse de las cosas es un acto mucho más poderoso que el hecho de defendedlas o de aferrarse a ellas. 

Cuando creemos tener la razón nos ubicamos en una posición imaginada de superioridad moral con respecto a la persona o la situación a la cual juzgamos, esa sensación de superioridad es la que el ego ansía y la que le sirve para engrandecerse. Creemos que con la razón defendemos la verdad y la verdad no necesita defensa, defendemos la ilusión de lo que creemos ser, el sustituto fabricado por la mente. Considerar que tenemos la razón atribuyendo a otros el error es una disfunción mental que perpetúa la separación y el conflicto entre los seres humanos.

¿Podéis sentir vuestra identidad esencial como conciencia? u ¿os dejáis arrastrar por los sucesos, perdiéndoos en el laberinto de la mente y el mundo? 

Un agravio intenso es suficiente para contaminar muchos aspectos de la vida y mantenernos presos en las garras del ego y sus quejas.


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