La serpiente es un símbolo ambivalente, pues puede estar considerada como animal salvador y como reptil maldito. Es símbolo de la astucia y al mismo tiempo de la salud. La serpiente es divina pero se puede transformar en adversaria del hombre.
En la mitología occidental Mercurio, el mensajero de los dioses, está figurado por un caduceo o vara, rodeado de dos serpientes, símbolos de la paz y sanación.
Mercurio - Rubens - 1636 (Museo del Prado) |
A la vez Apolo mata a la serpiente Pitón; cuenta la leyenda que Leto, hija de los titanes Febe y Ceo, intimó con el dios Zeus y, de esta unión, nacieron Apolo y Artemisa. Al buscar un lugar adecuado para dar a luz, la celosa Hera (esposa de Zeus) rató de impedir la supervivencia de los niños: logró que Gea creara a la serpiente Pitón para que los devorara apenas nacidos, pero Febo Apolo creció en sólo cuatro días y logró darle muerte al temible monstruo.
Apolo y la serpiente Pitón - Cornelis de Vos - 1636 Escuela Flamenca (Museo del Prado) |
El culto a las serpientes formó parte de la religión egipcia. Eran enemigas del dios del Sol, oponiéndose a su avance en el viaje por el mundo subterráneo durante las doce horas nocturnas, simbolizando la personificación del mal espiritual.
A su vez faraón de Egipto llevaba sobre su tiara el uraeus, pequeña serpiente que era símbolo de la realeza. Esculapio, el dios de la medicina, se le ve representado por una serpiente cuyo veneno servía de medicina.
En Occidente se habla de las serpientes de la envidia y de la calumnia, es decir, lenguas de serpiente, en Oriente, en cambio, este reptil está considerado como benéfico. Su veneno forma parte de algunas preparaciones farmacéuticas. La célebre farmacia de San Salvador en Jerusalén guarda un vaso con la inscripción Theriaca, destinado a recoger el veneno de una víbora de Palestina.
Pero también se aprecia a la serpiente por creerla en contacto con lo divino y está asociada a las nociones de vida y sabiduría. Es el animal más astuto, capaz de vivir entre las rocas, de trepar por los muros y de estar en contacto con las fuerzas misteriosas de la tierra. Cuando la primavera se escama parece que adquiere vida nueva. En la leyenda oriental de Gilgamesh, héroe asirio en búsqueda de la inmortalidad, es la serpiente la que roba el árbol de la vida y rejuvenece.
En la mitología hinduista, la representación de los nagás (serpientes) tiende a ser negativa. Se los retrata como las víctimas que merecían la muerte y la predación en manos del hombre. Los textos los llama «perseguidores de todas las criaturas» y dice que «las serpientes tenían veneno virulento, gran poder y exceso de fuerza y siempre intentaban morder a otras criaturas».
A su vez nos muestran su aspecto trascendental divinal subliminal, la serpiente sagrada enroscada en el hueso sacro, trascendiendo a lo meramente fisiológico, anatómico, en su estado étnico, nuestro propio Ser, pero derivado (nuestra Divina Madre).
La Divina Madre (Kundalini) tiene poder para reducir a cenizas cualquier agregado psíquico subjetivo, inhumano.
La mente por sí misma no puede alterar radicalmente ningún defecto psicológico.
La mente puede rotular cualquier defecto, pasarlo de un nivel a otro, esconderlo de sí misma o de los demás, disculparlo mas nunca eliminarlo absolutamente.
Comprensión es una parte fundamental, pero no lo es todo, se necesita eliminar. Defecto observado debe ser analizado y comprendido en forma íntegra antes de proceder a su eliminación. Necesitamos de un poder superior a la mente, de un poder capaz de desintegrar atómicamente cualquier yo-defecto que previamente hayamos descubierto y enjuiciado profundamente.
Afortunadamente tal poder subyace profundamente más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente, aunque tenga sus exponentes concretos en el hueso del centro coxígeo. (hueso sacro – sagrado) Después de haber comprendido íntegramente cualquier yo-defecto, debemos sumergirnos en meditación profunda, pidiendo a nuestra Divina Madre particular individual desintegre el yo-defecto previamente comprendido.
Esta es la técnica precisa que se requiere para la eliminación de los elementos indeseables que en nuestro interior cargamos.
Sin esta didáctica, sin este procedimiento, todo esfuerzo para la disolución del ego resulta infructuoso, inútil, absurdo.
En fin, la valencia negativa de la serpiente se impuso en Occidente, olvidándose el significado positivo de este reptil.
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